Durante años, nos han tratado de vender que lo que se quitaba del cuerpo de la mujer al practicar un aborto era un «coágulo» o «amasijo de células». Pero ahora resulta que ese ser tiene latido. En realidad, este reciente descubrimiento que parecen haber realizado el mundo de la política y los medios no lo es tanto, pues ya era conocido desde hace muchos años por la embriología más elemental. Y no sólo eso, sino que es fácilmente constatable en los embriones de la especie humana a partir de su 3ª-4ª semana de vida, mediante la realización de una simple ecografía.
Pues bien, este importante hecho sin duda constituye una parte fundamental de las que se deben considerar a la hora de plantearse la denominada Interrupción Legal del Embarazo (ILE): el embrión-feto tiene latido. La ley de autonomía del paciente (41/2002) recoge que “tienen derecho a conocer, con motivo de cualquier actuación en el ámbito de su salud, toda la información disponible sobre la misma» (artículo 4.1), «La información clínica forma parte de todas las actuaciones asistenciales, será verdadera» (artículo 4.2), y obliga al médico “no sólo a la correcta prestación de sus técnicas, sino al cumplimiento de los deberes de información» (artículo 2.6). Recientemente un centro en donde se practican abortos ha sido condenado judicialmente por ocultar información sobre las consecuencias que éste puede ocasionar.
Por todo ello no deja de sorprenderme que, desde la mayoría de los organismos de la Administración, e incluso desde los órganos directivos de alguna Sociedad Médica, se esté tratando por todos los medios de ocultar este hecho (el embrión-feto tiene latido y es constatable mediante ecografía) a las personas que tienen que tomar la difícil decisión de si continuar o terminar con su embarazo. Una decisión de gran trascendencia, irreversible, y para la que deberían, ética y legalmente, de disponer de toda la información. Claro que tal vez estas instituciones puede que consideren que las mujeres no están suficientemente capacitadas para gestionarla adecuadamente, y que por tanto deben ser tuteladas.
Tomar la decisión de si abortar o no, es algo que no se pueda hacer a la ligera, pues tiene consecuencias obvias para la vida del embrión-feto, y también para la de su madre.
Si la ILE es algo digno de ser promocionado, como parece deducirse de algunas declaraciones oídas estos días, pues adelante, a ver si este año hay más que el pasado. Pero si lo que sabemos es que realmente es un drama, habrá que plantearse qué hacemos para disminuir el número de dramas. Así, y de forma parecida a como se llevado a cabo, con gran éxito por cierto, en otros escenarios como son las muertes por accidentes de tráfico, o por consumo de tabaco, parece adecuado que, junto con medidas de apoyo social, laboral o, económico, se planteen mejoras en la información (también con imágenes que muestren la realidad de lo que estamos hablando – el embrión tiene latido cardíaco).
Y en todo caso, lo que no puede hacerse es confundir a la opinión pública alertando sobre los daños potenciales que le puede producir a un embrión, en peligro inminente de ser eliminado, la comprobación mediante una ecografía Doppler de que su corazón está latiendo.
Dr. José Ignacio Sánchez Méndez.
Ginecólogo.
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